No he podido resistirme a mandar un saludo desde aquí a Liverpool.
Ayer me emocionó ver a los niños ingleses llorando por la derrota de su equipo. Me recuerdo a mi mismo, viendo esa misma final en el 81, y la desilusión del niño que fui cuando perdimos la Copa en los últimos minutos del partido. Una espinita que me acompañó hasta ese milagroso gol de Mijatovic muchos años después.